Una imagen habitual en las noches de los fines de semana es la de grupos de jóvenes que se concentran en calles y plazas para pasar el rato bebiendo alcohol, fuera de los recintos de ocio nocturno. De esta manera aprovechan para beber más cantidad por menos dinero, establecer nuevas relaciones sociales e integrarse en el grupo de iguales. Las popularmente conocidas como “botellonas” no sólo abren la puerta a problemas de alcoholismo en adolescentes, sino que además provocan ruidos, música y conversaciones elevadas que molestan a los vecinos, dejan el lugar lleno de basura y suelen acaban con algún destrozo del mobiliario urbano.

Cuando se acercan además fechas señaladas o festividades como las ferias, romerías o fiestas de la primavera, tan propias de nuestra tierra, este problema se multiplica y se convierte en una preocupación sobre la que la sociedad en su conjunto no debería quedarse indiferente.

Según la última Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España, que se realiza a estudiantes de entre 14 y 18 años, el alcohol es la sustancia que más consumen lo jóvenes (70,5 %), seguida del tabaco (30,7 %), el cannabis (22,2 %) y los hipnosedantes sin receta (7,2 %). La edad media en la que empiezan a beber se sitúa en los 14 años.

El estudio desvela también que el porcentaje de borracheras es mayor en las chicas que en los chicos, y que el 41,1 % de los estudiantes afirma haber realizado algún botellón en el último año. Parte de estas cifras se deben a la percepción que los jóvenes tienen del alcohol como una sustancia poco peligrosa, lo que lleva a extender su consumo como ocurre con otras drogas de comercio lícito como el tabaco o los hipnosedantes. Desgraciadamente, esta percepción puede terminar provocando alcoholismo en adolescentes a largo plazo.

 

¿Qué lleva al consumo de alcohol en los adolescentes?

Como ya hemos comentado en diferentes ocasiones a lo largo de este blog, la adolescencia es una etapa complicada. Se trata de un periodo repleto de cambios que no siempre se entienden y procesan bien, y que lleva a buena parte de nuestros jóvenes a explorar nuevas sensaciones.

Como parte de este proceso experimental pueden surgir multitud de escenarios, que dependen de numerosos factores tanto personales como del entorno del joven. La propia personalidad del adolescente, la situación familiar, el grupo de amigos y compañeros de clase al que se sienta más afín… son elementos que configuran ese puzle que es la psicología del adolescente.

Si tuviéramos que analizar qué factores pueden llevar al alcoholismo en adolescentes, algunos de los más repetidos serían los siguientes.

En primer lugar, el mero hecho de que el adolescente tiende a imitar las actitudes y los comportamientos de los adultos que le rodean. Su proceso exploratorio le lleva a querer saber qué se siente haciendo eso que sus mayores hacen.

Este componente, además, suele ir de la mano de cierta actitud de curiosidad y rebeldía. El adolescente es consciente de que ciertos comportamientos le están prohibidos todavía, y consumir alcohol es en parte su forma de romper o saltarse las reglas establecidas.

Por otro lado, durante años se ha establecido una importante relación entre alcohol y diversión junto a una permisividad social evidente. Esto es asimilado diariamente por los jóvenes puesto que lo perciben a través de impactos de todo tipo.

Por si fuera poco, no hay que olvidar el componente social que tiene el consumo de alcohol a estas edades. El joven siente que acudir a una botellona le permite establecer relaciones y formar parte de un grupo, mientras que no hacerlo es quedar excluido.

Una vez ha dado el primer paso, el joven siente también que el consumo de alcohol se convierte en un estímulo externo. Un soporte artificial para obtener placer y una vía para aumentar la confianza en sí mismo.

En las etapas iniciales, además, a esa falsa sensación de placer se une que el alcohol se convierte en un antídoto contra la ansiedad o la depresión. Para muchos jóvenes consumir esta sustancia es una forma de aliviar carencias afectivas y/u olvidar sus problemas.

A la postre, este último motivo se convierte en el más peligroso porque no forma parte de un momento puntual de exploración o rebeldía, sino que enmascara problemas más profundos. En otras palabras, cuando el alcohol se convierte en una vía de escape habitual para que el adolescente se evada de sí mismo y de su propia realidad es cuando saltan todas las alarmas.

 

¿Qué señales alertan del consumo de alcohol en los jóvenes?

Identificar que un joven está consumiendo alcohol puede ser más o menos fácil dependiendo de diferentes factores.

El primero de ellos es, lógicamente, la cantidad que el adolescente consuma. Si bien aquí intentamos poner la atención en los casos que puedan ser más graves, ya que son los que más preocupación generan, no resulta menos cierto que muchos jóvenes simplemente tontean con el alcohol sin consumir cantidades relevantes. En aquellos que van más allá de ese tonteo, las señales pueden ser tanto físicas como emocionales.

Las señales físicas son las más visibles. Entre ellas destacan la fatiga, los ojos enrojecidos y con un brillo característicos, los vómitos, el enrojecimiento facial… Cuando un joven se pasa habitualmente con el alcohol difícilmente podrá ocultarlo dentro de un ambiente familiar cercano.

Las señales emocionales son otro cantar. No porque no resulten evidentes, sino porque a menudo pueden confundirse con la expresión de otros problemas típicos en la adolescencia. Entre estos factores suelen destacar los cambios bruscos de humor y de personalidad, ciertos comportamientos irresponsables, muestra de desinterés, sensación de tristeza y baja autoestima…

No es raro, además, que el alcoholismo en adolescentes provoque a medio plazo fracaso escolar y conflictos con los miembros de la familia.

 

¿Qué comportamientos de riesgo puede provocar el alcoholismo en adolescentes?

En Adinfa sabemos por experiencia que el consumo de drogas ilegales viene precedido generalmente por el de sustancias legales. En este sentido el alcohol, junto al tabaco y la marihuana, son una puerta de entrada a otras drogas ilícitas. De ahí que convenga vigilar este consumo estrechamente, comunicándonos con nuestro hijo/a para entender qué subyace a este comportamiento.

Sabemos que esta comunicación no es fácil. Como ya hemos dicho, la adolescencia es una etapa complicada que requiere de mucha comprensión y tacto, aunque también implica establecer normas y límites en la educación y la vida en familia.

Cuando hablamos del consumo de alcohol en los jóvenes todo ello va orientado al mismo propósito, el de evitar que su abuso pueda derivar en otras conductas de riesgo, entre las que destacan las siguientes:

  • La propensión a una actividad sexual no planificada y sin protección.
  • La conducción de vehículos de manera imprudente en situación de embriaguez.
  • La aparición de problemas con los estudios, que pueden derivar en fracaso escolar.
  • El consumo de otro tipo de drogas y su mezcla con el alcohol.
  • El aumento de la agresividad y el ejercicio de comportamientos violentos.
  • La desinhibición total que puede llevar a cometer actos ilegales y vandálicos.
  • La pérdida de control de sí mismo llegando al punto de no saber decir que “no”.

Aunque estas conductas puedan parecer extremas y, en un principio, no seamos capaces de imaginar a nuestro hijo o hija cometiéndolas, hay que tener en cuenta que mantenerse al margen de las modas y hábitos de consumo mayoritarios supone para muchos jóvenes el riesgo de sentirse excluidos o rechazados por el resto. Un riesgo que muchos no quieren asumir, ya que durante esta etapa sienten más apego al grupo de iguales que a la familia, como ya explicamos en este artículo.

 

¿Qué factores del entorno del joven facilitan el consumo de alcohol?

Además de todo lo que hemos comentado, existen ciertos factores alrededor de un adolescente que también pueden influir en su acercamiento al alcohol. Se trata de elementos que van más allá de su propia disposición o personalidad, y que muchas veces tienen a familia y amigos como protagonistas.

El ejemplo más claro solemos encontrarlo en aquellos jóvenes cuyos padres tienen una relación cercana con el alcohol, siendo consumidores habituales. Para estos jóvenes el consumo de esta sustancia es algo normal porque lo ven a diario en su hogar. “Si mis padres lo hacen, no debe ser tan malo, ¿no?”.

Cuando esto se une al hecho de que el joven convive con una familia permisiva y laxa en su educación, con falta de normas o ambigüedad en su aplicación, exceso de protección, etc., nos encontramos con el caldo de cultivo perfecto. En estos casos el adolescente probablemente no percibe una prohibición expresa, o siente que su transgresión importará poco y tendrá escasas consecuencias, por lo que merece la pena probar.

Esto tiende a ocurrir también en entornos familiares donde existe una notable falta de comunicación entre sus miembros, e incluso un clima conflictivo latente o evidente. En estos casos el adolescente pierde con mayor facilidad su sentido de pertenencia a la familia, lo que le lleva a desvincularse progresivamente a través de comportamientos cada vez más radicales.

La desvinculación del núcleo familiar se produce en paralelo al acercamiento a su grupo de iguales, del que ya hemos hablado anteriormente. Y la pertenencia y presión del grupo provoca que muchos adolescentes consuman alcohol para sentirse integrados.

Además de todo lo anterior, no debemos olvidar la existencia de actitudes sociales favorables hacia el alcohol y las drogas, así como la imagen que durante décadas se ha promovido al asociar el alcohol con el ocio, el tiempo libre, la diversión… sobre todo entre los jóvenes.

Por último, y aunque en los últimos años es posible ver un mayor esfuerzo en esta línea, hasta hace poco ha existido una gran facilidad para su compra y una importante desinformación sobre los efectos del consumo excesivo de alcohol. Efectos que en los más jóvenes se notan a nivel de desarrollo físico y psicológico, puesto que conllevan una mayor probabilidad de desarrollar todo tipo de enfermedades físicas y mentales, problemas de crecimiento, pérdidas de memoria, falta de atención, hiperactividad, etc.

 

¿Qué papel juega la publicidad en el consumo de alcohol en adolescentes?

Resulta evidente que la publicidad de bebidas alcohólicas incrementa el consumo de alcohol en los jóvenes y hace que cada vez empiecen antes. Esto no es ninguna sorpresa, ni una novedad, y por eso durante los últimos años se han hecho esfuerzos por limitar su aparición en determinados horarios y plataformas.

Como estrategia de mercadotecnia las empresas han utilizado durante años el patrocinio de actividades deportivas y/o culturales y de ocio para atraer a los más jóvenes y que sus mensajes impacten en ellos. Además, en la promoción de estos productos la publicidad ignora valores sociales como el esfuerzo, el cuidado de la salud o la superación personal, vinculándolos a otros sentimientos más cercanos a la adolescencia como la necesidad de atreverse, expresarse libremente y sin restricciones, experimentar y divertirse, no tenerle miedo a nada, etc.

Durante años la publicidad en diferentes medios ha logrado que los fines de semana se conviertan en un elemento definitorio de la cultura juvenil, al asociar para este colectivo el consumo de alcohol con la diversión. Para un joven la llegada del viernes o el sábado noche es la máxima expresión de su libertad, algo que socialmente hemos aceptado a pesar de ser una imagen perversa que implica que el resto de la semana vive “esclavizado” por normas y deberes, cuando no es así.

Además de todo esto, el impacto de la publicidad relativa al alcohol ha creado durante años la falsa imagen de que los jóvenes son más atractivos, interesantes y seductores cuando beben. Que pueden dejar atrás sus problemas y aventurarse a descubrir cosas nuevas. Que así están a la moda y se convierten en personas más amables y cordiales. En definitiva, que logran una mayor libertad y, en cierto modo, se convierten en adultos y dejan de ser niños.

 

¿Cómo prevenir el alcoholismo en adolescentes?

El primer paso para erradicar los problemas del alcoholismo en adolescentes requiere reforzar socialmente la idea de que el alcohol es una sustancia potencialmente adictiva, y que su consumo por parte de los menores no debe ser tolerado ni fomentado en ningún caso.

En paralelo a esto no debemos olvidar que, como todos los problemas complejos relacionados con la adolescencia, el del consumo de alcohol debe tratarse desde la educación en valores y la comunicación. Y esto debe comenzar en la familia y en la escuela.

Como problema de salud pública que es, la escuela juega un papel fundamental para desarrollar programas dirigidos a prevenir el consumo de bebidas alcohólicas entre los adolescentes desde el primer curso de la Educación Secundaria Obligatoria.

El colegio es también el lugar idóneo para fomentar actividades de ocio y tiempo libre, ayudando a que los jóvenes desarrollen habilidades sociales y relaciones sanas dentro de su grupo de iguales. Además, el entorno educativo puede contribuir también a facilitar a los padres la comunicación con sus hijos, ayudando a detectar y resolver conflictos latentes.

En esta línea los profesionales de Adinfa realizamos una importante labor para concienciar a las familias de los riesgos del consumo de alcohol. Conocemos los peligros a los que se exponen sus hijos para caer en este tipo de adicción, y por eso trabajamos junto a las familias en líneas como las siguientes:

  • Dar ejemplo y evitar beber alcohol en casa.
  • Dialogar sobre los riesgos que conlleva el consumo abusivo de bebidas alcohólicas.
  • No ser permisivos y establecer normas y límites claros.
  • Desmontar la falsa asociación entre diversión, ocio y consumo de alcohol.
  • Hacer planes en familia y fomentar actividades de ocio saludable al aire libre.
  • Ser críticos con los mensajes publicitarios y explicar por qué no son ciertos.
  • Educar con autoridad positiva en valores sociales como el esfuerzo y la superación personal.
  • Enseñar a decir “no” ante la presión del grupo para que consuma.
  • Intentar conocer a los amigos de nuestros hijos.

Aunque lo deseable es que con este tipo de dinámicas y comportamientos el problema del alcohol en adolescentes no vaya a más, desgraciadamente se dan circunstancias en las que la única salida pasa por buscar la ayuda de profesionales especializados.

En Adinfa hemos ayudado a muchas familias a superar esta problemática juntos, por lo que si nos necesitas estamos a tu disposición. Puedes contactarnos desde aquí.